Van der Weyden en el Prado

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Van der Weyden debió de descubrir siendo todavía joven que, aunque era capaz de pintar el mundo natural con toda fidelidad, podía hacer algo más que imitar la realidad inmediata. Tenía tanta sensibilidad para el tratamiento de las formas y las líneas que sus composiciones, basadas en armonías geométricas, llamaban la atención de inmediato y se grababan en la memoria. Sabía también cómo manejar el color y las formas abstractas para intensificar la reacción emocional del espectador. Podía representar cualquier cosa con gran realismo, pero cuando le convenía ignoraba la lógica del espacio y la escala, o desdibujaba la diferencia entre realidad y escultura. Sus obras son tan bellas, ambiguas y fascinantes que obligan a volver sobre ellas una y otra vez: siempre se descubre algo nuevo. Podemos ver algunas de sus obras en el Museo del Prado hasta el 28 junio de 2015.
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